EL VUELO DE LOS CÓNDORES
(Abraham Valdelomar)
Antes de Leer
Lectura
I
Aquel
día demoré en la calle y no sabía qué decir al volver a casa. A las cuatro salí
de la escuela, deteniéndome en el muelle, donde un grupo de curiosos rodeaba a
unas cuantas personas. Metido entre ellos supe que había desembarcado un circo.
-Ese
es el barrista -decían unos, señalando a un hombre de mediana estatura, cara
angulosa y grave, que discutía con los empleados de la aduana.
-Aquel
es el domador:
Y
señalaban a un sujeto hosco, de cónica patilla, con gorrita, polainas, fuete y
cierto desenfado en el anclar. Le acompañaba una bella mujer con flotante velo
lila en el sombrero; llevaba un perrillo atado a una cadena y una maleta.
-Este
es el payaso, dijo alguien.
El
buen hombre volvió la cara vivamente: -¡Qué serio!
-Así
son en la calle.
Era
este un joven alto, de movibles ojos, respingada nariz y ágiles manos. Pasaron
luego algunos artistas más; y cogida de la mano de un hombre viejo y muy grave,
una niña blanca, muy blanca, sonriente, de rubios cabellos lindos y morenos
ojos. Pasaron todos. Seguí entre la multitud aquel desfile y los acompañé hasta
que tomaron el cochecito, partiendo entre la curiosidad bullanguera de las
gentes.
Yo
estaba dichoso por haberlos visto. Al día siguiente contaría en la escuela
quiénes eran, cómo 'eran, y qué decían. Pero encaminándome a casa, me di cuenta
de que ya estaba obscureciendo. Era muy tarde. Ya habrían comido. ¿Qué decir?
Sacome de mis cavilaciones una mano po¬sándose en mi hombro.
-¡Cómo!
¿Dónde has estado?
Era
mi hermano Anfiloquio. Yo no sabía qué responder.
-Nada
-apunté con despreocupación forzada- que salimos tarde del colegio...
-No
puede ser, porque Alfredito llegó a su casa a las cuatro y cuarto...
Me
perdí. Alfredito era hijo de don Enrique, el vecino, le habían pregun¬tado por
mí y había respondido que salimos juntos de la Escuela. No había más. Llegamos
a casa. Todos estaban serios. Mis hermanos no se atrevían a decir palabra.
Felizmente, mi padre no estaba y cuando fui a ciar el beso a mamá, ésta sin
darle la importancia de otros días, me dijo fríamente:
-Cómo,
jovencito, ¿éstas son horas de venir? Yo no respondí nada. Mi madre agregó:
-¡Está bien!...
Metime
en mi cuarto y me senté en la cama con la cabeza inclinada.
Nunca
había llegado tarde a mi casa. Oí un manso ruido: levanté los ojos. Era mi
hermanita. Se acercó a mí tímidamente.
-Oye
-me dijo tirándome del brazo y sin mirarme de frente- anda a comer...
Su
gesto me alentó un poco. Era mi buena confidente, mi abnegada compañera, la que
se ocupaba de mí con interés como de ella misma.
-¿Ya
comieron todos?, le interrogué.
-Hace
mucho tiempo. ¡Si ya vamos a acostamos! Ya van a bajar el farol...
-Oye,
le dije, ¿y qué han dicho?...
-Nada;
mamá no ha querido comer. ..
Yo
no quise ir a la mesa. Mi hermana salió y volvió al punto trayéndome a
escondidas un pan, un plátano y unas galletas que le habían regalado en la
tarde.
-Anda,
come, no seas zonzo. No te van a hacer nada .. Pero eso sí, no lo vuelvas a
hacer.
-No,
no quiero.
-Pero
oye, ¿dónde fuiste? ...
Me
acordé del circo. Entusiasmado pensé en aquel admirable circo que había
llegado, olvidé a medias mi preocupación, empecé a contarle las maravillas que
había visto. ¡Eso era un circo!
-Cuántos
volatineros hay -le decía- un barrista con unos brazos muy fuertes; un domador
muy feo, debe ser muy valiente porque estaba muy serio. ¡Y el oso! ¡En su jaula
de barrotes, husmeando entre las rendijas! ¡Y el payaso! ... ¡Pero qué serio es
el payaso! Y unos hombres, un montón de volatineros, el caballo blanco, el
mono, con su saquito rojo, atado a una cadena. ¡Ah!, ¡es un circo espléndido!
-¿Y
cuándo dan función?
-El
sábado...
E
iba a continuar, cuando apareció la criada: -Niñita. ¡A acostarse!
Salió
mi hermana. Oí en la otra habitación la voz de mi madre que la llamaba y volví
a quedarme solo, pensando en el circo, en lo que había visto y en el castigo
que me esperaba.
Todos
se habían acostado ya. Apareció mi madre, sentase a mi lado y me dijo que había
hecho muy mal. Me riño blandamente, y entonces tuve claro concepto de mi falta.
Me acordé de que mi madre no había comido por mí; me dijo que no se lo diría a
papá, porque no se molestase conmigo. Que yo la hacía sufrir, que yo no la
quería...
¡Cuán
dulces eran las palabras de mi pobrecita madre! ¡Qué mirada tan pesarosa con
sus benditas manos cruzadas en el regazo! Dos lágrimas cayeron juntas de sus
ojos, y yo, que hasta ese instante me había contenido, no pude más y,
sollozando, le besé las manos.
Ella
me dio un beso en la frente. ¡Ah, cuán feliz era, qué buena era mi madre que
sin castigarme, me había perdonado!
Me
dio después muchos consejos, me hizo rezar "el bendito", me ofreció
la mejilla que besé, y me dejó acostado.
Sentí
ruido al poco rato. Era mi hermanita. Se había escapado de su cama descalza;
echó algo sobre la mía, y me dijo volviéndose a la carrera y de puntitas como
había entrado:
-Oye,
los dos centavos para ti, y el trompo también te lo regalo...
II
Soñé
con el circo. Claramente aparecieron en mi sueño todos los personajes. Vi
desfilar a todos los animales. El payaso, el oso, el mono, el caballo, y, en
medio de ellos, la niña rubia, delgada, de ojos negros, que me miraba
sonriente. ¡Qué buena debía ser esa criatura tan callada y delgaducha! Todos
los artistas se agrupaban, bailaba el oso, pirueteaba el payaso, giraba en la
barra el hombre fuerte, en su caballo blanco daba vueltas al circo una bella
mujer, y todo se iba borrando en mi sueño, quedando sólo la imagen de la
desconocida ¡riña con su triste y dulce lánguida.
Llegó
el sábado. Durante el almuerzo, en mi casa, mis hermanos hablaron del circo.
Exaltaban la agilidad del barrista, el mono era un prodigio, jamás había
llegado un payaso más gracioso que "Confitito"; ¡qué oso tan
inteligente! Y luego... todos los jóvenes de Pisco iban a ir aquella noche al
circo...
Papá
sonreía aparentando seriedad. Al concluir el almuerzo sacó pausadamente un sobre.
-¡Entradas!
-cuchichearon mis hermanos.
-¡Sí,
entradas! ¡Espera!...
-¡Entradas!
-insistía el otro.
El
sobre fue a poder de mi madre.
Levantase
papá y con él la solemnidad de la mesa, y todos saltando de nuestros asientos,
rodeamos a mi madre.
-¿Qué
es? ¿Qué es?
-¡Estarse
quietos o... no hay nada!
Volvimos
a nuestros puestos. Abriose el sobre y ¡oh, papelillos morados! Eran las
entradas para el circo; venían dentro un programa. ¡Qué programa! ¡Con letras
enormes y con los artistas pintados! Mi hermano mayor leyó. ¡Qué admirable
maravilla!
El
afamado barrista Kendall, el hombre de goma; el célebre domador Mister Glandys;
la bellísima amazona Miss Blutner con su caballo blanco, el caballo matemático,
el graciosísimo payaso "Confitito", rey de los payasos del Pacífico,
y su mono; y el extraordinario y emocionante espectáculo "El vuelo de los
cóndores", ejecutado por la pequeñísima artista Miss Orquídea.
Me
dio una corazonada. La niña no podía ser otra... Miss Orquídea. ¿Y esa niña
frágil y delicada iba a realizar aquel, prodigio? Celebraron alborozados mis
hermanos el circo, y yo, pensando, me fui al jardín, después a la escuela, y
aquella tarde no atravesé palabra con ninguno de mis camaradas.
III
A
las cuatro salí del colegio, y me encaminé a casa. Dejaba los libros cuando
sentí ruido y las carreras atropelladas de mis hermanos.
-¡El
"convite"! ¡El "convite"! ...
-¡Abraham,
Abraham!, gritaba mi hermanita. ¡Los volatineros!
Salimos
todos a la puerta. Por el fondo de la calle venia un grupo enorme de gente que
unos cuantos músicos precedían. Avanzaron. Vimos pasar la banda de músicos con
sus bronces ensortijados y sonoros, el bombo iba delante dando atronadores
compases, después, en un caballo blanco, la artista Miss Bluther, con ceñido
talle, sus rosadas piernas, sus brazos desnudos y redondos. Precioso atavío
llevaba el caballo, que un hombre con casaca roja y un penacho en la cabeza,
llena de cordones, portaba de la brida; después iba Mister Kendall, en traje de
oficio, mostrando sus musculosos brazos en otro caballo. Montaba el tercero
miss Orquídea, la bellísima criatura, que sonreía tristemente; en seguida el
mono, muy engalanado, caballero en un asno pequeño, y luego
"Confitito", rodeado de muchedumbre de chiquillos que palmoteaban a
su lado llevando el compás de la música.
En
la esquina se detuvieron y "Confitito" entonó al son de la música
esta copla:
Los
jóvenes de este tiempo
Usan
flor en el ojal
Y
dentro de los bolsillos
No
se les encuentra un real
Una
algazara estruendos a coreó las últimas palabras del payaso. Agitó éste su
cónico gorro, dejando al descubierto su pelada cabeza.
Rompió
el bombo la marcha y todos se perdieron por el fin de la plazoleta hacia los
rieles del ferrocarril para encaminarse al pueblo. Una nube de polvo los seguía
y nosotros entramos a casa nuevamente, en tanto que la caravana multicolor y
sonora se esfumaba detrás de los toñuces, en el salitroso camino.
IV
|
Mis hermanos comieron. No veíamos la hora de llegar al circo. Vestímonos, y
listos, nos despedimos de mamá. Mi padre llevaba su "Carlos Alberto".
Salimos, atravesamos la plazuela, subimos la calle del tren, que tenía al final
una baranda de hierro, y llegamos al cochecito, que agitaba su campana. Subimos
al carro, sonó el pitear de partida; una trepidación; soltase el breque,
chasqueó el látigo, y las mulas halaron.
Llegamos
por fin al pueblo y poco después al circo. Estaba éste en una estrecha calle.
Un grupo de gentes se estacionaban en la puerta que iluminaban dos grandes
aparatos de bencina de cinco luces. A la entrada, en la acera, había mesitas,
con pequeños toldos, donde en f1oreados vasos con las armas de la patria estaba
la espumosa blanca chicha de maní, la amarilla de garbanzos y la dulce de "bonito",
las butifarras, que eran panes en cuya boca abierta el ají y la lechuga
ocultaban la carne; los platos con cebollas picadas en vinagre, la fuente de
"escabeche" con sus yacentes pescados, "la causa", sobre
cuya blanda masa reposaba graciosamente el rojo de los camarones, el morado de
las aceitunas, los pedazos de queso, los repollos verdes y el "pisco"
oloroso, alabado por las vendedoras...
Entramos
por un estrecho callejoncito de adobes, pasamos un espa¬cio pequeño donde
charlaban gentes, y al fondo, en un inmenso corralón, levantábase la carpa. Una
gran carpa, de la que salían gritos, llamadas, piteos, risas. Nos instalamos.
Sonó una campanada.
-¡Segunda!
-gritaron todos, aplaudiendo.
El
circo estaba rebosante. La escalonada muchedumbre formaba un gran círculo, y
delante de los bajos escalones, separada por un zócalo de lona, la platea, y
entre ésta y los palcos que ocupábamos nosotros, un pasadizo. Ante los palcos
estaba la pista, la arena donde iban a realizarse las maravillas de aquella
noche.
Sonó
largamente otro campanillazo.
-¡Tercera!
¡Bravo, bravo!
La
música comenzó con el programa: Obertura por la banda. Presentación de la
compañía. Salieron los artistas en doble fila. Llegaron al centro de la pista y
saludaron a todas partes con una actitud uniforme, graciosa y peculiar; en el
centro, Miss Orquídea con su admirable cuerpecito, vestido de punto, con
zapatillas rojas, sonreía.
Salió
el barrista, gallardo, musculoso, con sus negros, espesos y retorcidos bigotes.
¡Qué bien peinado! Saludó. Ya estaba lista la barra, Sacó un pañuelo de un
bolsillo secreto en el pecho, colgase, giró retorcido vertiginosamente, parose
en la barra, pendió de corvas, de brazos, de vientre; hizo rehiletes y, por
fin, dio un gran salto mortal y cayó en la alfombra en el centro del circo.
Gran aclamación. Agradeció. Des¬pués todos los números del programa. Pasó Miss
Blutner corriendo en su caballo; contó éste con la pata desde uno hasta diez; a
una pregunta que le hizo su ama de si dos y dos eran cinco, contestó negativamente
con la cabeza, en convencido ademán. Salió Mister Glandys con su oso; bailó
éste acompasado y socarrón, pirueteó el mono, se golpeó varias veces el payaso
y, por fin, el público exclamó al terminar el segundo entreacto:
-¡El
vuelo de los cóndores!
V
Un
estremecimiento recorrió todos mis nervios. Dos hombres de casaca roja pusieron
en el circo, upo frente a otro, unos estrados altos, altísimos, que llegaban
hasta tocar la carpa. Dos trapecios colgados del centro mismo de ésta
oscilaban. Sonó la tercera campanada y apareció entre los artistas Miss
Orquídea, con su apacible sonrisa; llegó al centro, saludó graciosamente,
colgase de una cuerda y la ascendieron al estrado. Parose en él delicadamente,
como una golondrina en un alero breve. La prueba consistía en que la niña
tomase el trapecio, que pendiendo del centro, le acercaban con unas cuerdas a
la mano, y, colgada de él, atravesara el espacio, donde otro trapecio la
esperaba, debiendo en la gran altura cambiar de trapecio y detenerse nuevamente
en el estrado opuesto.
Se
dieron las voces, se soltó el trapecio opuesto, y en el suyo la niña se lanzó
mientras el bombo -detenida la música- producía un ruido siniestro y monótono.
¡Qué miedo, qué dolorosa ansiedad! ¡Cuánto habría dado yo porque aquella niña
rubia y triste no volase! Serenamente realizó la peligrosa hazaña. El público
silencioso y casi inmóvil la contemplaba, y cuando la niña se instaló
nuevamente en el estrado y saludó segura de su triunfo, el público la aclamó
con vehemencia. La aclamó mucho. La niña bajó, el público seguía aplaudiendo.
Ella para agradecer hizo unas pruebas difíciles en la alfombra, se curvó, su
cuerpecito se retorcía como un aro, y enroscada, giraba, giraba como un extraño
monstruo, el cabello despeinado, el color encendido. El público aplaudía más,
más. El hombre que la traía en el muelle de la mano habló algunas palabras con
los otros. La prueba iba a repetirse.
Nuevas
aclamaciones. La pobre niña obedeció al hombre adusto casi inconscientemente.
Subió. Se dieron las voces. El público enmudeció, el silencio se hizo en el
circo y yo hacía votos, con los ojos fijos en ella, porque saliese bien de la
prueba, Sonó una palmada y Miss Orquídea se lanzó... ¿Qué le pasó a la pobre
niña? Nadie lo sabía. Cogió mal el trapecio, se soltó a destiempo, titubeó un
poco, dio un grito profundo, horrible, pavoroso y cayó como una avecilla herida
en el vuelo, sobre la red del circo, que la salvó de la muerte. Rebotó en ella
varias veces. El golpe fue sordo. La recogieron, escupió y vi mancharse de
sangre su pañuelo, perdi¬da en brazos de esos hombres y en medio del clamor de
la multitud.
Papá
nos hizo salir, cruzamos las calles, tomamos el cochecito y yo, mudo y triste,
oyendo los comentarios, no sé que cosas pensaba contra esa gente. Por primera
vez comprendí entonces que había hombres muy malos.
VI
Pasaron
algunos días. Yo recordaba siempre con tristeza a la pobre niña; la veía entrar
al circo, vestida de punto, sonriente, pálida; la veía después caída,
escupiendo sangre en el pañuelo, ¿dónde estaría? El circo seguía funcionando.
Mi padre no quiso que fuéramos más. Pero ya no daban el Vuelo de los Cóndores.
Los artistas habían querido explotar la piedad del público haciendo palpable la
ausencia de Miss Orquídea.
El
sábado siguiente, cuando había vuelto de la escuela, y jugaba en el jardín con
mi hermana, oímos música.
-¡El
convite! ¡Los volatineros! ...
Salimos
en carrera loca. ¿Vendría Miss Orquídea? ...
¡Con
qué ansia vi acercarse el desfile! Pasó el bombo sordo con sus golpes
definitivos, los músicos con sus bronces ensortijados, los platillos
estridentes, los acróbatas, y, después el caballo de Miss Orquídea, solo, con
un listón negro en la cabeza...
Luego
el resto de la farándula, el mono impasible haciendo sus eternas muecas sin
sentido...
¿Dónde
estaba Miss Orquídea?
No
quise ver más; entré a mi cuarto y por primera vez, sin saber por qué, lloré a
escondidas la ausencia de la pobrecita artista.
VII
Algunos días más tarde, al ir, después del
almuerzo a la escuela, por la orilla del mar, al pie de las casitas que llegan
hasta la ribera y cuyas escalas mojan las olas a ratos, salpicando las terrazas
de madera, senteme a descansar, contemplando el mar tranquilo y el muelle, que
a la iz¬quierda quedaba. Volví la cara al oír unas palabras en la terraza que
tenía a mi espalda y vi algo que me inmovilizó. Vi una niña muy pálida, muy
delgada, sentada mirando desde allí el mar. No me equivocaba: era Miss
Orquídea, en un gran sillón de brazos, envuelta en una manta verde, inmóvil.
Me
quedé mirándola largo rato. La niña levantó hacia mí los ojos y me miró
dulcemente. ¡Cuán enferma debía estar! Seguí a la escuela y por la tarde volví
a pasar por la casa. Allí estaba la enfermita, sola. La miré cariñosamente
desde la orilla; esta vez la enferma sonrió, sonrió. ¡Ah, quién pudiera ir a su
lado a consolarla! Volví al otro día, y al otro, y así durante ocho días.
Éramos como amigos. Yo me acercaba a la baranda de la terraza, pero no
hablábamos. Siempre nos sonreíamos mudos y yo estaba mucho tiempo a su lado.
Al
noveno día me acerqué a la casa. Miss Orquídea no estaba. En¬tonces tuve una
sospecha: había oído decir que el circo se iba pronto. Aquel día salía vapor.
Eran las once, crucé la calle y atravesé el jirón de la Aduana. En el muelle vi
a algunos de los artistas con maletas y líos, pero la niña no estaba. Me
encaminé a la punta del muelle y esperé en el embarcadero. Pronto llegaron los
artistas en medio de gran cantidad de pueblo y de granujas que rodeaban al mono
y al payaso. Y entre Miss Blutner y Kendall, cogida de los brazos, caminando
despacio, tosiendo, la bella criatura. Metime entre las gentes para verla bajar
al vote desde el embarcadero. La niña buscó algo con los ojos, me vio, sonrió
muy dulcemente conmigo me dijo al pasar junto a mí:
-Adiós.
-Adiós.
Mis
ojos la vieron bajar en brazos de Kendall al botecillo inestable; la vieron
alejarse de los mohosos barrotes del muelle; y ella me miraba triste con los
ojos húmedos; sacó su pañuelo y lo agitó mirándome; yo la saludaba con la mano,
y así se fue esfumando, hasta que sólo se distinguía el pañuelo como una ala
rota, como una paloma agonizante, y por fin, no se vio más que el bote pequeño
que se perdía tras el vapor...
Volví
a mi casa, y a las cinco, cuando salí de la escuela, sentado en la terraza de
la casa vacía, en el mismo sitio que ocupaba la dulce amiga, vi perderse a lo
lejos en la extensión marina el vapor, que manchaba con su cabellera de humo el
cielo sangriento del crepúsculo.
DESPUES DE LEER
COMPRENSION
LECTORA :EL VUELO DE LOS CÓNDORES
Abraham Valdelomar
I. Nivel de literalidad
1. ¿En qué lugar se realizaron los hechos del Vuelo de los Cóndores?
2. Elabora una lista de las palabras nuevas y busca su significado.
3. ¿Quién es el personaje principal? ¿Quiénes lo acompañas en el cuento?
4. ¿Qué excusas dio Abraham a su hermano por no haber llegado a casa a la hora?
5. ¿Qué día fueron Abraham y sus hermanos al circo? ¿Volvieron a ir otro día?
II. Nivel de retención
1. ¿Cuál fue el motivo para que Abraham llegue tarde a su casa?
2. ¿Qué le pasó al niño que llegó tarde a su casa?
3. ¿Quién era Orquídea y qué pasó con ella?
4. ¿Qué cosas vio Abraham en el circo?
5. Después del accidente de Mis Orquídea, ¿cómo sucedió el encuentro entre ella y Abraham?
III. Nivel de organización
1. ¿Quiénes son los personajes principales y secundarios de la obra?
2. ¿Quienes integraban la familia del niño Abraham? Escribe una característica de cada uno de ellos.
3. ¿Cómo era la relación entre Abraham y su hermana?
4. ¿Qué relación tenían el niño Abraham y la niña Orquídea?
5. Resume el momento de presentación del acto de Miss Orquídea.
IV. Nivel de inferencia
1. ¿Al leer el título de la obra, de que pensabas que se trataba el cuento?
2. ¿Cómo crees que se sintió Abraham al ser regañado por su madre?
3. ¿Crees que Miss Orquídea se recuperó y volvió a realizar su acto?
4. ¿Qué título le hubieras puesto tú a la obra?
5. ¿Qué comentarios crees que escuchó Abraham que le hicieron comprender que había hombres muy malos?
V. Nivel de interpretación
1. ¿Cuál crees que fue le mensaje que nos quiso dejar Abraham Valdelomar al escribir El vuelo de los Cóndores?
2. ¿Qué opinión tienes sobre el trabajo que tenía la niña del cuento El vuelo de los cóndores? ¿Te gustaría tener un trabajo así?
3. ¿Si el acto del Vuelo de los Cóndores no hubiese tenido la red de protección que crees que hubiera pasado?
Abraham Valdelomar
I. Nivel de literalidad
1. ¿En qué lugar se realizaron los hechos del Vuelo de los Cóndores?
2. Elabora una lista de las palabras nuevas y busca su significado.
3. ¿Quién es el personaje principal? ¿Quiénes lo acompañas en el cuento?
4. ¿Qué excusas dio Abraham a su hermano por no haber llegado a casa a la hora?
5. ¿Qué día fueron Abraham y sus hermanos al circo? ¿Volvieron a ir otro día?
II. Nivel de retención
1. ¿Cuál fue el motivo para que Abraham llegue tarde a su casa?
2. ¿Qué le pasó al niño que llegó tarde a su casa?
3. ¿Quién era Orquídea y qué pasó con ella?
4. ¿Qué cosas vio Abraham en el circo?
5. Después del accidente de Mis Orquídea, ¿cómo sucedió el encuentro entre ella y Abraham?
III. Nivel de organización
1. ¿Quiénes son los personajes principales y secundarios de la obra?
2. ¿Quienes integraban la familia del niño Abraham? Escribe una característica de cada uno de ellos.
3. ¿Cómo era la relación entre Abraham y su hermana?
4. ¿Qué relación tenían el niño Abraham y la niña Orquídea?
5. Resume el momento de presentación del acto de Miss Orquídea.
IV. Nivel de inferencia
1. ¿Al leer el título de la obra, de que pensabas que se trataba el cuento?
2. ¿Cómo crees que se sintió Abraham al ser regañado por su madre?
3. ¿Crees que Miss Orquídea se recuperó y volvió a realizar su acto?
4. ¿Qué título le hubieras puesto tú a la obra?
5. ¿Qué comentarios crees que escuchó Abraham que le hicieron comprender que había hombres muy malos?
V. Nivel de interpretación
1. ¿Cuál crees que fue le mensaje que nos quiso dejar Abraham Valdelomar al escribir El vuelo de los Cóndores?
2. ¿Qué opinión tienes sobre el trabajo que tenía la niña del cuento El vuelo de los cóndores? ¿Te gustaría tener un trabajo así?
3. ¿Si el acto del Vuelo de los Cóndores no hubiese tenido la red de protección que crees que hubiera pasado?
DATOS DEL AUTOR Y DE SU OBRA
ABRAHAM VALDELOMAR.
-Nació
en Ica, en el año de 1888.
-Hizo
sus estudios primarios en su tierra natal.
-Estudió
la secundaria en el Colegio Nacional Nuestra Señora de
Guadalupe
(Lima).
-Fundó
la revista literaria "Colónida".
-Hizo
periodismo y escribió novelas, cuentos, ensayos, teatros, entre otros.
-Fue un
viajero empedernido, logrando visitar muchos lugares del Perú.
-Tuvo
una vida agitada en la vida política en el Perú.
-Abraham
Valdelomar, falleció en la ciudad de Ayacucho, en 1919.
OBRAS:
-El
Caballero Carmelo
-Los
ojos de Judas
-Cuentos
Yanquis
-El
Hipocampo de oro
-La
ciudad de los tísicos
-Yerba
Santa
-La
psicología del gallinazo
-La
Mariscala
2.
LOCALIZACIÓN: El vuelo de los cóndores está incluido en el libro de cuentos: El
Caballero Carmelo.
3.
GÉNERO LITERARIO: Narrativo.
4.
ESPECIE LITERARIA: Cuento.
5.
FORMA DE EXPRESIÓN: El vuelo de los cóndores está escrito en prosa.
6.
ESCUELA O MOVIMIENTO LITERARIO QUE PERTENECE EL AUTOR: Abraham Valdelomar
pertenece a la escuela literaria: Colónida.
7.
ESTRUCTURA DE LA OBRA: El cuento está dividido en siete capítulos cortos.
8.
PERSONAJES DE LA OBRA:
A. Personajes
principales: El niño Abraham y miss Orquídea (la niña trapecista) .
B.
Personajes secundarios: Padres de Abraham, hermana y su hermano Anfiloquio, el
barrista Kendall, el domador mister Glandys, la hermosa amazona miss Blutner y
el payaso "Confitito".
9.
AMBIENTE Y ESPACIO: El cuento El vuelo de los cóndores se desarrollan en dos
ámbitos: la casa de la familia de Abraham y el circo.
10. EL
TIEMPO: El escritor Abraham Valdelomar escribió el cuento en tiempo
"pasado", ya que rememora su lejana infancia.
11. EL
TEMA: El tema central de El vuelo de los cóndores es: El gran entusiasmo que
sienten el niño Abraham y los pobladores de Pisco por la función del circo.
12. LAS
ACCIONES: Las acciones más importantes del cuento son: .
-La
tardanza del niño Abraham a casa después de la salida del colegio por ver a los
artistas del circo que habían llegado recién al pueblo:
-La
entrega de las entradas para el circo que dio el padre a sus hijos al término
del almuerzo.
-La
entrada al circo que hizo la familia de Abraham para ver la función artística.
-La
presentación artística de miss Orquídea y la caída de ésta ?e1 trapecio.
-La
amistad que se dio entre el niño Abraham y miss Orquídea.
-La
despedida de miss Orquídea del niño Abraham.
13.
ARGUMENTO:
El
vuelo de los cóndores del cuentista Abraham Valdelomar tiene el siguiente
argumento:
El
circo que viene de lejos, llega a la ciudad de Pisco, creando un gran alboroto
en la ciudad. El niño Abraham, cuando sale de la escuela se queda en el muelle
para ver a los artistas del circo. Se queda hasta tarde mirando a los
personajes del circo: el musculoso barrista Kendall, el domador mister Glandys,
la hermosísima miss Blutner y al payaso "Confitito". El día de la
función cirquense, el niño Abraham va con su padre y hermanos al circo. Los
primeros números artísticos del circo fueron espectaculares y aplaudieron los
asistentes a rabiar; pero al llegar el número central El vuelo de los cóndores,
cuya estrella es nada menos que miss Orquídea, quien cae del trapecio
salvándose de una muerte segura si no fuera por la red. Miss Orquídea queda
inválida ya no podrá a repetir jamás ese número artístico tan peligroso. El
niño Abraham, días después descubre a la trapecista sobre una terraza. El y
ella se miran, se sonríen y así día a día va naciendo un sentimiento entre
ellos. Llega el día inesperado y cruel, pues el circo debe partir del pueblo y
con él la bella miss Orquídea. Se produce la despedida definitiva entre el niño
Abraham y miss Orquídea.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar