RELIGIÓN VIRREYNAL
La
presencia de la religión católica en el Perú, se remonta sin lugar a dudas a la
época de la conquista. Y es gran parte de la adición colonizadora española del
siglo XVI estaba sustentada en la evangelización de pueblos infieles. Con el
tiempo, se fue trasladando al virreinato del Perú, la estructura eclesial y
universal fue evangelizando al pueblo andino. Al final, que duda cabe, la
iglesia trascendió al fenómeno emancipador y el cristianismo se consolido como
uno de los pilares de la nación peruana.
Santa
Rosa de Lima
Santa
Rosa de Lima (1586-1617), monja y mística peruana, primera religiosa americana
canonizada por la Iglesia católica. Isabel Flores de Oliva, su verdadero
nombre, nació el 20 de abril de 1586 en Lima (entonces capital del virreinato
del Perú), hija de un puertorriqueño y una limeña. Pronto comenzó a ser llamada
Rosa, debido a su belleza, y con dicho nombre recibió en 1597 el sacramento de
la confirmación de Toribio Alfonso de Mogrovejo, arzobispo de Lima desde 1579.
Su precoz voto de virginidad y su temprana consagración a una vida
contemplativa, sirven de testimonio de la firme vocación religiosa que mostró
desde muy joven. Su vida monjil comenzó en 1606, año en que ingresó en la orden
terciaria de los dominicos. A partir de ese momento, y hasta el final de sus
días, Rosa de Santa María (nombre que adoptó tras tomar los hábitos) se dedicó
en plenitud a la contemplación, la oración, la mortificación y la penitencia,
actividades que parece ser la condujeron a alcanzar frecuentes éxtasis místicos.
No obstante, también reservó gran parte de su existencia a sus semejantes,
adquiriendo notoriedad los cuidados físicos y espirituales que dispensaba en su
propia casa a los enfermos y a los niños. Falleció el 24 de agosto de 1617.
Beatificada en 1668 por el Papa Clemente IX (quien un año más tarde la nombró
patrona de Lima y del Perú), fue declarada patrona de América y Filipinas
(1670) y canonizada (1671) por el Papa Clemente X. Su festividad se celebra el
23 de agosto.
San
Martín de Porres
San
Martín de Porres (1579-1639), fraile dominico peruano. Nació en Lima, hijo de
Ana Velásquez, negra panameña, y padre desconocido. A los ocho años de edad fue
adoptado por un noble español que se encargó de su educación. Aunque estudió
para ser cirujano (profesión que en aquella época incluía las de barbero,
farmacéutico, doctor y cirujano, todo a la vez), consagró su vida a ayudar a
los más necesitados. Fue monje en el monasterio dominico del Santísimo Rosario
e ingresó en la orden nueve años después. Su santidad se manifestó a través del
amor que mostró por los demás y la gran pureza de su vida, especialmente en el
cuidado que siempre dispensó a los pobres y los enfermos. Falleció el 3 de
noviembre de 1639. El Papa Juan XXIII le canonizó en 1962 y su festividad se celebra
el 3 de noviembre. Es el patrono de la justicia social.
Santo
Toribio de Mogrovejo
Santo
Toribio Alfonso de Mogrovejo (1538-1606), religioso español. Nació en Mayorga
(Valladolid) en noviembre de 1538 y se formó en las universidades de Valladolid,
Salamanca y Santiago de Compostela. Inquisidor en Granada en 1573, fue nombrado
arzobispo de Lima (Perú) en 1579, siendo todavía laico, por lo que recibió las
órdenes religiosas y el nombramiento de obispo pocas semanas antes de acceder
al arzobispado limeño. Mantuvo un permanente enfrentamiento con las autoridades
civiles en defensa de los privilegios eclesiásticos y se significó por su
protección de los indios frente a los abusos que recibían en las reducciones,
creando hospitales y escuelas de música. Promovió los colegios mixtos para
hijos de caciques y españoles y la publicación del catecismo elaborado en 1552
en español, quechua y aymará. Murió en Saña (Perú) en febrero de 1606. Fue
beatificado en 1679, canonizado en 1726 y declarado patrono del episcopado
latinoamericano en 1983.
LA
IGLESIA EN EL VIRREINATO
Ambiente
religioso
Fundada
Lima, se estableció un obispado en 1541
que, en 1548, fue elevado a la categoría de arzobispado, durante el gobierno del
pacificador Pedro de la Gasca.
Este arzobispado tenía bajo su mandato a todos los demás obispados que, por
entonces, funcionaban en toda América del Sur, y eran el obispado de Cuzco,
Panamá, Papayán, Quito, Charcas y Paraguay. El primer arzobispo fue fray Jerónimo de Loayza
hasta que, en 1581, fue nombrado como arzobispo fray Toribio Alfonso de
Mogrovejo, considerado el verdadero organizador del sistema
eclesiástico en el virreinato, para cuyo efecto reunió en Lima dos concilios
provinciales. De acuerdo a esto la iglesia peruana se organizó en arzobispados,
obispados y curatos. Se contaba también con los curas doctrineros en las reducciones.
Las
órdenes religiosas
Eran
organizaciones de la Iglesia Católica
que, bajo la advocación de un santo, tuvieron como
tarea el adoctrinamiento de los indígenas dispersos por todo el virreinato.
Todos ellas fundaron conventos y monasterios, y edificaron hermosas iglesias en
Lima y otras ciudades del Perú.
Dominicos
Franciscanos
La Orden de
Frailes Menores llegó al Perú en 1533,
dedicándose especialmente a las misiones,
es decir, a la difusión del catolicismo en el virreinato. Llegó a instalar
conventos en Arequipa, Huamanga, Trujillo, Chachapoyas y otras ciudades
(construyeron el Convento de Ocopa, en Huancayo). Fue una de las órdenes que más
trabajó con misiones a las inhóspitas regiones de la selva.
Mercedarios
La Orden de la Merced
(mercedarios) llegó al Perú en 1533
y su centro de operación fue la ciudad de Lima. Explotó bienes inmuebles
incursionando en las haciendas y otro tipo de negocios (repartimientos,
encomiendas). Logró controlar la Santa Inquisición desde mediados del siglo XVIII.
Agustinos
Jesuitas
La Compañía de Jesús
llegó al Perú en 1568,
como una organización moderna y poderosa, al servicio de la Contrarreforma, es decir, a la lucha contra
los protestantes europeos. Con ese antecedente, tuvo gran empuje en su labor
misional en el Perú, asumiendo con gran éxito la administración de haciendas y
fundando multitud de colegios (también incursionaron en el estudio del quechua, además del aimara). Con los años, esta labor adquirió
gran prestigio e influencia en los ámbitos políticos, culturales y económicos
locales. Los jesuitas fueron expulsados por España y sus colonias por orden de Carlos III
(1768), preocupado por el poder que ejercían y las
posiciones sobre las libertades políticas que dejaban entrever. Esto constituyó
un rudo golpe para la cultura y economía del virreinato.
Proceso
de evangelización
La
labor evangelizadora en el Virreinato del Perú empezó el mismo día en que los
españoles arribaron a estas tierras y emprendieron su empresa de conquista. La
evangelización se dio de manera paulatina a medida que llegaban las órdenes
religiosas, pero también con cierto desorden pues la dispersión de los
misioneros impedía una eficaz labor centralizada. Las primeras acciones
importantes de evangelización empezaron después del primer Concilio Límense
en 1551. La primera medida a tomar fue el bautizo de indígenas, que en el acto debían
abandonar las prácticas autóctonas
y todas las formas que iban contra las leyes eclesiásticas y contradecían los
mandamientos católicos.
En
el segundo Concilio Límense (1567-1568)
se retoma la idea de destruir las huacas y de colocar en su
lugar cruces o levantar una iglesia o ermita en caso que la huaca haya sido un
importante lugar de culto.
El
Tercer Concilio Límense (1582-1583)
marcó un cambio significativo en la evangelización peruana. Lo nuevo fue en
materia de textos y catecismos. Las
distintas órdenes debían utilizar los mismos materiales de enseñanza y
adoctrinamiento. Para ello se debía conocer a fondo la lengua quechua (y sus
variantes). Los jesuitas fueron los más entusiastas con esta nueva metodología
de evangelización debido a que el catecismo era una de sus principales
virtudes.
Sin
embargo, a principios del siglo XVII los
sacerdotes aún estaban destruyendo reliquias incaicas y quemando momias
incaicas y descubriendo llamas destinadas a un sacrificio entre las andas de
los santos. Fue entonces que el intento de extirpación de idolatrías se hizo más rigurosa: los curas
destruyeron todo objeto incaico considerado hereje, se obligó a los indios a
asistir a misa bajo pena de azote y a bautizar a sus hijos con nombres
cristianos, se estableció castigos y penas severas contra de los idólatras
andinos, se persiguió a hechiceros y brujos.
Santidad
en el Virreinato
La
Inquisición en el Virreinato
La
Inquisición en Lima. Camino hacia la plaza mayor de Lima para su condena
En el
Virreinato Peruano el Tribunal de la
Santa Inquisición se estableció durante el gobierno del virrey Toledo,
por real cédula de 25 de enero de 1569.
Empezó a funcionar el año siguiente, en 1570.
Estuvo bajo la dirección inicialmente de los dominicos y luego de los
mercedarios, pero después jesuitas acapararon sus más altas esferas.
La
misión de la Inquisición no era otra que combatir a los herejes. En este
sentido, sus atribuciones eran las mismas que el tribunal inquisitorial de
España. Se buscaba, con esto, preservar la fe católica. En un comienzo, su
acción no tenía alcance sobre los indígenas; puesto que solo se condenaba herejía,
pero pronto las atribuciones de esta institución se ampliaron al seguimiento de
causas por blasfemia, poligamia, hechicería, idolatría, etc., comprendiendo
dentro de sus alcances al pueblo nativo. La jurisdicción de la Inquisición
Limeña se extendía hasta las audiencias de Charcas,
Chile y Quito.
La
aplicación de tormentosos castigos corporales era
ejercida por hermanos de la orden de Santo Domingo, mientras que los de San Juan
de Dios se encargaban de cuidar a los enfermos. Este rígido y severo tribunal
envió a la hoguera a 40 personas por herejes, mientras que, en conjunto, con el
proceso seguidos por otras causas el número de sentenciados llegó a 371, hasta
que dejó de funcionar en 1761. Todo esto
desenvolvió un sentimiento adverso al tribunal, tal es así que a su supresión,
en 1761, se produjeron manifestaciones de contento popular en el ambiente del
Perú virreinal, especialmente en Lima.
La
educación y cultura en el Virreinato
La educación
virreinal estuvo sometida a los moldes europeos y se caracterizó por el memorismo,
la religiosidad, la rigurosidad y el clasicismo. En ella influenció y desempeñó
gran papel la iglesia a través de sus órdenes religiosas, destacando en esta
labor los jesuitas. La implantación de la educación siguió en orden inverso al
de la educación actual, es decir, primero se implantó la educación superior,
después el grado intermedio y, por último, la educación elemental.
Educación
elemental o de primeras letras
Se
dio a través de las escuelas conventuales, parroquiales y las escuelas misionales.
Allí se enseñaba a leer a los niños, escribir, cantar, así como los preceptos
básicos. Las mujeres estuvieron casi marginadas del proceso educativo. También
existían colegios menores que eran dirigidos a párrocos e indígenas. Los
objetivos eran enseñar a leer, escribir, además, a catequizar.
Educación
intermedia
Se
dio en los colegios mayores y de caciques; éstos asumían una mezcla de lo que
hoy llamamos educación secundaria o intermedia. De los colegios mayores el más
antiguo fue el de San Felipe, fundado en 1575. Le siguió el de San Marcelo,
establecido en 1582. Otros colegios mayores limeños fueron el de San Ildefonso
(1608), de los Agustinos, el de San Buenaventura, de los Franciscanos (1611);
en el Cuzco, el de San Antonio Abad (1619), fundado por los jesuitas.
Los
colegios mayores cumplían una suerte de función auxiliar con determinadas
universidades, como el caso de los colegios San Felipe y San Martín, que
servían de internado para los alumnos de la Universidad de San Marcos.
Los
colegios de caciques, se implementaron, entre otros motivos, como parte de las
medidas de extirpación de idólatras, a fin de adoctrinar a caciques e hijos de
caciques en la doctrina católica, en la gramática castellana, en el latín, en
los cánticos religiosos, etc., y que ellos, a su vez influyan sobre las
poblaciones indígenas aún no asimilados al catolicismo. Fueron notables los
colegios el príncipe de Lima y San Borja del Cuzco.
Además
de estos dos tipos de colegios, existieron en la colonia los seminarios, que
formaban a los futuros sacerdotes. Entre ellos se cuenta el de Santo Toribio de
Mogrovejo (Lima), San Antonio de Abad (Cuzco), San Cristóbal (Huamanga), San
Jerónimo (Arequipa), San Marcelo y San Carlos (Trujillo)
Educación
universitaria
Casona
antigua de la Universidad Mayor de San Marcos
La
enseñanza propiamente superior se brindaba en las universidades. La enseñanza
universitaria en el Perú se inauguró en 1551
con la fundación de la Universidad
Mayor de San Marcos en Lima, por obra de los dominicos, la que es considerada la
institución de educación superior más antigua del continente americano, y la
primera universidad de América que fue oficial y solemnemente constituida, es
decir, con todas las formalidades reales y canónicas exigidas en la época.
Otras
importantes universidades fundadas en el Perú virreinal fueron:
- Universidad de
San Antonio de Abad en el Cuzco, en 1598.
- Universidad de
San Cristóbal de Huamanga, en 1677.
- Universidad de
San Agustín de Arequipa, en 1714.
En
el ámbito de América del sur (Antes de las reformas borbónicas):
- Universidad de
Chuquisaca (alto Perú), en 1634
- Universidad de
Córdoba, en 1664.
- Universidad de
Santiago, en 1738.
- Universidad de
Santa fe de Bogotá
Contribuyeron
a la educación, como a la difusión de la cultura en el virreinato peruano,
la instalación de la imprenta, en Lima, en 1581,
a cargo de Antonio Ricardo. En 1583, previas licencias respectivas, se
publicó el primer libro, Doctrina cristiana y catecismo para la instrucción de
los indios, escrito en tres idiomas: español, quechua y aimara (consagrado como
el primero de su género en América). Otras publicaciones aparecieron en 1594,
en tiempos del virrey Hurtado de Mendoza, con motivo de la captura del pirata
Hawkins.
Los
inicios fueron restringidos pues solo se podía imprimir con el permiso y conocimiento
de La Corona. Las obras trataban generalmente sobre temas religiosos y
gramática quechua. En el siglo XVII la imprenta aumenta su producción y se
imprimen libros de interés médico y crónicas históricas; pero cobraría
importancia años después con el ingreso del periodismo.
Portada
del primer número del "Mercurio Peruano"
El
periodismo propiamente dicho, hace su aparición en la segunda mitad del siglo
XVII, con La Gaceta de Lima, que apareció en 1744, su finalidad
informativa fue de carácter local, sin proyecciones a mayor ámbito virreinal y
solo se publicó hasta 1777. Pero el primer diario, en toda su extensión de la
palabra, lo fundo un joven de 26 años llamado Jaime
Bauzate y Meza en 1790; se llamó El Diario de Lima, Erudito y
Comercial, el cual insertaba en sus páginas variadas noticias,
informaciones y avisos (considerado la primera publicación del continente). Al
año siguiente en 1791, se fundó el periódico más importante
en su jerarquía intelectual, cultural y patriótica, El Mercurio Peruano, auspiciado por La
Sociedad de Amantes del País y gran difusor de las ideas de la ilustración. Le
siguen El Peruano, El Satélite del Peruano, La
Gaceta del Gobierno de Lima, El Peruano Liberal, El Verdadero Peruano, El Argos
Constitucional, El Investigador; que fueron los periódicos que circularon
casi al terminar el siglo XVII y comienzos del siglo XVIII; todos ellos
difundieron las ideas liberales de la ilustración, convirtiéndose en los
voceros de la actividad independiente.
ARTE
Y CULTURA
El
arte durante los primeros años virreinales fue exclusividad de los religiosos y
su uso tuvo un fin práctico, principalmente en el adoctrinamiento. La ciudad de
Lima jugó un rol preponderante en el desarrollo del arte en el virreinato del
Perú. Su rápido crecimiento urbano, la acumulación de riqueza por parte de los
encomenderos y la construcción de templos e iglesias fueron motivos para la
demanda de pinturas y esculturas de las principales ciudades de los reinos
españoles. Especial preferencia se tuvo por las obras provenientes de Flandes e
Italia, aunque las obras sevillanas y andaluzas tuvieron igualmente gran
demanda.
Lima
como centro político del más importante virreinato durante el siglo XVI fue
plaza importante para destacados artistas que no dudaron en venir y ofrecer su
arte a la iglesia. Destacan Angelino Medoro, Bernardo Bitti, Mateo Pérez de
Alesio, entre otros. Otro rasgo importante en la evolución de las
artes durante la colonia lo constituye la exquisitez de la arquitectura
religiosa. Los templos fueron encomendados a alarifes que dominaban las
técnicas de la edificación en piedra y barro, por lo que erigieron obras de
buena factura, muy superior a las realizadas en otras partes del continente.
En
el interior del virreinato la situación no fue diferente. En Cuzco, Arequipa,
Cajamarca, Huamanga, Puno y Trujillo hubo una clara tendencia hacia la búsqueda
de lenguajes propios, basados en la utilización de elementos locales. La
utilización del sillar en Arequipa o la Piedra en el Cuzco es muestra clara de
la adaptación del arte europeo y su transformación para el uso local.
El
barroco dominó casi por 200 años las artes en el Perú e impuso su sello en la
pintura, escultura, arquitectura, música y literatura. El siglo XVIII se
caracterizó por la llegada de nuevas tendencias procedentes de Francia, Austria
y Alemania. Las artes ya no fueron exclusividad de los religiosos, por el
contrario, fueron los civiles y la corte los principales compradores de estas
tendencias. Uno de estos estilos fue el rococó. Impulsado por los reyes
borbónicos, este estilo manifiesta un gusto exquisito y refinado, mostrándose
principalmente en la pintura y la arquitectura. Destaca la torre de la catedral
de Santo Domingo, bello ejemplo de rococó en el Perú y atribuida al diseño del
mismo virrey Manuel Amat y
Juniet.
Por
otro lado, los indígenas fueron apropiándose poco a poco del lenguaje artístico
traído por los españoles. Otros, los más hábiles, lograron plasmar sus
creencias en pinturas representativas de la Sagrada Familia, superponiendo para
ello elementos andinos sobre figuras sagradas.
Pintura
En
la etapa inicial del virreinato la pintura recibió, aparte de la evidente
influencia española, una determinada influencia italiana, debido a la llegada
de muchos artistas de ese país al Perú. El primer italiano en llegar fue el
jesuita Bernardo Bitti,
quien desde 1575, difundió su obra por todo el
virreinato, a pesar de que su taller se encontraba en Lima. Con la llegada de
Bitti se produce la época de mayor auge de la influencia del renacimiento
italiano en el virreinato. Junto al maestro jesuita Bernardo Bitti destacan,
dentro de la corriente italiana llegada al Perú, Mateo Pérez de Alesio y
Angelino Medoro.
Con
los años la influencia del barroco llegó al virreinato peruano con las pinturas
encargadas por el convento de Santo Domingo al gran pintor sevillano Miguel
Güelles. Sus obras reunidas bajo la serie La muerte de Santo Domingo
tuvieron un impacto profundo en el medio limeño, pues su naturalismo e
idealismo fueron las características comunes en las pinturas locales del siglo
XVII. En este siglo la proliferación de aristas españoles propició la apertura
de varios talleres no solo en Lima, sino también en las principales ciudades
del virreinato peruano. Estos talleres tuvieron en Zurbarán (artista español, 1598-1664) uno
de sus principales referentes. Muchos de sus cuadros fueron copiados o
sirvieron de molde para nuevas producciones. De igual manera, algunas de sus
obras llegaron al Perú y fueron motivo de orgullo y satisfacción para la orden
religiosa que lo había encargado (En Lima algunas de sus obras se pueden
apreciar en el iglesia de la Buena Muerte).
En
el siglo XVII, surgió una pintura mestiza, cuya máxima expresión sin duda se
dio en el Cuzco; convirtiéndose así en uno de los referentes pictóricos más
importantes del virreinato. La presencia de Bernardo Bitti (1583-1585 y 1596-1598) en
el Cuzco tuvo un gran impacto en la plástica cusqueña. Sin embargo, a pesar de
que el "movimiento italiano" fue base para muchas de las obras
producidas en esta ciudad, lo cierto es que se empezó a dejar elementos y a
incorporarse otros propios de la región. En otras palabras, se desarrolló con
los años una personalidad y lenguaje diferenciado que sin duda reflejan la
personalidad de los pintores (la gran mayoría andinos y mestizos) y también
cual era su base de inspiración (fue Rubens el artista predilecto por los
talleres cusqueños), dando así lugar al estilo denominado “Escuela
cuzqueña de pintura“; que se caracteriza por el colorido brillante y
profusa riqueza de los retratos y marcos. Sus principales representantes
fueron: Diego Quispe Tito,
Basilio de Santa Cruz Pumacallao, Juan
Espinoza de los Monteros, Marcos Zapata,
Basilio Pacheco; aunque la mayoría de los obras de esta escuela es de artistas
anónimos fueron los verdaderos impulsores de la corriente cusqueña pues a su
trabajo le añadieron los elementos propios de la cultura local.
Durante
el siglo XVIII, Lima continuó produciendo
pinturas barrocas de gran influencia hispana. Sin embargo el arte ya no fue
exclusividad de la iglesia. La corte virreinal y la nobleza tuvieron acceso a
la pintura a través de los retratos. Estas pinturas eran más festivas y con un
lenguaje pictórico mucho más profuso que el del siglo anterior. Las pinturas de
Cristóbal de Lozano y Cristóbal de
Aguilar son las más afamadas, pues retrataron a los virreyes más
importantes del siglo de las luces.
Arquitectura
Los
claustros fueron uno de los tipos de edificios más difundidos en el virreinato,
en la foto el Claustro redondo de Santo Tomás en Lima
La
arquitectura virreinal alcanzó su máxima expresión en la edificación de
iglesias, claustros, casas y mansiones señoriales, y en menor medida fortalezas
y cuarteles. Su desarrollo fue incentivado fundamentalmente por la actividad
religiosa, la cual construyó catedrales, claustros y conventos urbanos y rurales,
dispersos por toda su geografía. La mayoría de las iglesias de fines del siglo
XVI poseían planta gótico-isabelina con nave alargada y separada por
presbiterio o capilla mayor por un gran arco denominado toral. Sin embargo, son
pocos los ejemplos de arquitectura del siglo XVI. Algunas casas-patio de Lima y
Cuzco, y ciertas iglesias en provincia son la única muestra de las
construcciones de aquella época. Del siglo XVI destacan la casa de Jerónimo de
Aliaga en Lima, La Merced en Ayacucho, la Iglesia de San Jerónimo en Cuzco y la
Asunción en Juli, Puno.
El
siglo XVII estuvo marcado por la llegada del barroco. Este estilo arribó al
Perú en un momento de gran madurez artística de los alarifes afincados en el
Perú. La reinterpretación del estilo y su adaptación al medio local hicieron de
la arquitectura virreinal peruana una expresión nueva y original del barroco
americano. Mientras el barroco se afianzaba, en el Perú hubo un cambio en la
construcción y diseño de las naves. Las iglesias dejarían las plantas
isabelinas y se adaptaron a la cruz latina con bóveda de cañón y cúpulas en el
crucero. Son ejemplo del barroco San Francisco el viejo, Iglesia de las
Trinitarias, Iglesia de La Merced, la Portada del Perdón de la Catedral de
Lima, Santo Domingo, San Francisco, Santa Catalina en Cuzco, etc. A este estilo
también pertenece el Palacio de Torre
Tagle. Otro estilo que tuvo mucha aceptación en el Perú virreinal
fue el churrigueresco, ejemplos de esto lo constituyen los templos de San
Agustín y San Marcelo en Lima así como los retablos en pan de oro de
muchas de las iglesias virreinales del Perú.
En
la segunda mitad del siglo XVIII aparece el rococó por influencia francesa, en
el virreinato; dejando ejemplos de su estilo, la iglesia de las nazarenas y la
Quinta Presa en Lima; la Casa del Almirante en Cuzco, etc. Al final del siglo
XVIII surge el estilo arquitectónico neoclásico que tuvo su inspiración en los
moldes de la Grecia antigua y la roma imperial. Corresponde a este estilo los
retablos de la Catedral de Lima,
la fachada de la iglesia de San Pedro, el altar mayor de la Iglesia
de San Francisco, etc.
En
las ciudades, la vivienda tuvo una fuerte influencia peninsular, especialmente
andaluza. Fueron casas de uno o dos pisos, con un zaguán en el ingreso.
Usualmente, este zaguán permanecía abierto todo el día pues a él llegaban los
vendedores ambulantes o las visitas. Un patio dominaba el ingreso rodeado de
los dormitorios y habitaciones principales. En el primer piso se encontraba la
sala que usualmente conectaba a un segundo patio y finalmente a la cocina.
Muchas casas en Lima tuvieron huertas en las que cultivaban productos de pan
llevar. Las casas de dos pisos tuvieron usualmente un balcón cerrado por donde se podía observar
la calle. En el siglo XVI y XVII estos balcones poseían celosías, a fines del
XVIII y principios del XIX se construyeron bajo los cánones del neoclasicismo y
del estilo imperio, imponiéndose el uso de ventanas de guillotina, como se
puede apreciar en la Casa de Osambela
en Lima. Los balcones de Lima
le confirieron a esa ciudad una personalidad propia, ya que en ninguna ciudad
americana existieron tantos balcones como en la capital del Virreinato del
Perú.
Escultura
La
escultura, al igual que todas las artes, fue introducida al virreinato peruano
por la iglesia. La escultura virreinal produjo obras maestras, tanto por las
delicadeza y minuciosidad en los detalles, como por la magnifica expresión del
conjunto. Se esculpieron, mayormente, imágenes religiosas, para embellecer los
altares, en los que predominaba el dorado y la policroma; igualmente, otras
estatuas de santos, como aquellas que adornan las fachadas de los templos, a la
vez de altares, púlpitos y confesionarios. En todos los casos se empleó
mayormente, la madera y excepcionalmente la piedra. La presencia de maestros
españoles durante el siglo XVI y principios del XVII consolidó a Lima
como importante fuente de producción escultórica.
Baltazar
Gavilán. Cristo, siglo XVIII.
Entre
las más importantes esculturas del virreinato figuran Juan
Martínez de Arrona, excelente ebanista especializado en cajonería
religiosa. Su obra más importante es la Cajonería de la Catedral (1608)
realizada bajo los cánones del renacimiento pues debía armonizar con el estilo
de Francisco Becerra,
alarife de la catedral. Otro importante escultor fue Pedro
de Noguera, autor de la Sillería de la Catedral (1532), acaso la
obra escultórica más bella de Lima construida en el siglo XVII. De los talleres
del andaluz Juan
Martines Montañéz (1568-1649) destaca el retablo del Monasterio de
la Concepción (actualmente se encuentra en la Catedral de Lima). Este gran retablo
describe en sus relieves la vida San Juan Bautista y fue enviado, desde
Sevilla, durante 15 años a la Ciudad de los Reyes (1607-1622).
Otra
obra importante es la escultura de Melchor
Caffa titulada "El tránsito de Santa Rosa" (1699). De
origen maltés, Caffa se educó en Roma, por lo que la obra
en honor a la santa peruana posee bastante parecido con la Santa Teresa de
Bernini.
En
el siglo XVII, ocupa un lugar especial la obra del mestizo Baltazar
Gavilán. Con un manejo exquisito del barroco, sus obras imprimen un
realismo sin precedentes en la plástica peruana. Destacan La dolorosa realizada
para el convento de San Francisco y La Muerte, para la iglesia de San Agustín.
De 1.95 m, esta escultura representa el fin de la vida (esqueleto con un arco y
flecha en la mano) y según una tradición de Ricardo Palma fue el mismo Gavilán víctima
de esta obra, pues, cuenta la leyenda, que tras una pesadilla el autor se
levantó y a media luz se encontró con la horrible figura de "La
muerte", muriendo de la impresión.
Literatura
El
Inca Garcilaso de la Vega.
Las
primeras manifestaciones literarias del Perú virreinal recibieron marcada
influencia renacentista e italiana, expresada en los depurados modelos
grecolatinos en prosa y verso (gusto aristocrático). Luego, el florecimiento de
la literatura española entre los siglos XVI y XVII, el llamado siglo de oro, sentaron su influencia sobre
las letras peruanas, pero sus características, al fusionarse con el espíritu
del Perú colonial, dieron resultados que prestigian a la literatura mestiza.
Los
principales representantes fueron:
- Amarilis, desconocida poeta
huanuqueña, que escribiera Epístola a Belardo (dirigida al
dramaturgo español Lope de Vega)
Teatro
Las
representaciones escénicas o teatrales surgieron a comienzos del virreinato.
Fueron los jesuitas, hacia el año de 1568, los primeros en inaugurar
representaciones al aire libre en la plazuela de San Pedro (Lima). Estas
funciones se hacían en las tardes; pero después, se programaron en horario
nocturno.
Es
así que a inicios del virreinato, las primeras presentaciones teatrales se
daban en los atrios de las iglesias, con el público en la plaza frente del
templo, con el transcurso de los años, las presentaciones eran sobre tabloides
de madera ubicados en el centro de la plaza, finalmente, ya cuando el teatro
entra en apogeo, las presentaciones teatrales se daban en coliseos, como el
denominado coliseo de las comedias de Lima (las comedias gozaban de la
predilección del público antes que el drama). El teatro virreinal principalmente
en la ciudad de los Reyes (Lima) ya se había beneficiado con mejoras en
infraestructura hasta el siglo XVIII, desafortunadamente el terremoto de 1746
destruyó el Teatro principal de la ciudad, Inmediatamente fue reconstruido por
el dramaturgo e icono de la ilustración y el pensamiento intelectual rebelde, Pablo de Olavide, lo que originó un
conflicto entre la iglesia y la administración virreinal porque los principales
templos de Lima demandaban reparaciones, en ese sentido acusaban de gasto impío
aquella reconstrucción del teatro, como era lógico el Limeño Pablo de Olavide
fue señalado responsable, entonces deshonrado Olavide viaja a España y es allí
donde reforma la escena teatral con su espíritu rebelde. El Teatro Principal de
Lima, hoy llamado Teatro Segura aún existe.
Además
de Olavide, Logró celebridad como dramaturgo, el intelectual Pedro de Peralta
Barnueva, quien compuso obras que constituyen la representación peruana en el
teatro colonial, como el drama “triunfo de amor y poder”, y la comedia “Afectos
vencen fuerzas” Asimismo, se destaca el drama incaico, compuesto en quechua,
denominado Ollantay, aparecido en el siglo XVIII,
donde el párroco Pedro Valdés, quien recogió la leyenda incaica, y la adoptó
con mentalidad europea para su puesta en el teatro.
Hay
destacar del siglo XVIII a una gran actriz, que se convierte en un antecedente
de las grandes divas que proliferarán en el siguiente siglo: Micaela Villegas y
Hurtado (1748-1819), más conocida como La Perricholi, considerada la reina de los
escenarios limeños. Fue y sigue siendo fuente de inspiración para una vasta
producción intelectual que abarca géneros diversos de obras poéticas,
dramáticas, musicales, cinematográficas y de las artes plásticas.
Oratoria
Durante
el virreinato, el ejercicio de la oratoria estuvo circunscrito a la oratoria de
carácter religioso y sacramental. En este aspecto destacaron los jesuitas por
sus sermones dominicales o en las grandes festividades también se cultivó esta
actividad en la enseñanza, especialmente en los colegios máximos y,
preferentemente, en la cátedra universitaria.
Medicina
El
conocimiento médico durante el virreinato fue rudimentario y empírico. A
pesar de enseñarse en las universidades, la medicina solo se restringió a
aminorar las dolencias que no causaban muerte, como el caso de un resfrío o
torceduras de huesos. Cuando el enfermo se agravaba el médico ya no tenía mucho
por hacer pues no poseía la técnica ni los conocimientos necesarios para curar
enfermedades como el cáncer, hidropesía, apoplejía, "alfombrilla" o
tercianas, muy comunes y estudiadas durante el virreinato.
Fue
común que los barberos, entre sus muchas actividades, se dedicaran a la
práctica empírica de la medicina. Los escritos indican que fueron especialistas
en sacar muelas y en preparar ungüentos y "parches" para los huesos.
Barbero y médico empírico fue San Martín de
Porres antes de consagrarse hermano lego dominico.